Dios ha muerto, con este diagnóstico certero el Nietzsche de La gaya ciencia resume en una fórmula sus indagaciones críticas sobre la civilización occidental.
Acontecimiento de larga duración y consecuencias incalculables, Nietzsche extrae las primeras conclusiones: con la muerte de Dios se radicaliza la extrañeza de lo real, nuestra manera de captar el mundo desnuda sus artificios, el conocimiento adquiere un papel insospechado.
Por lo demás, la muerte de Dios dará lugar a una nueva figura de la metamorfosis nietzscheana: el filósofo experimental. Genio y espíritu libre han quedado atrás.
Zaratustra se hace esperar. Despojado heredero del Dios muerto, huérfano de fundamentos metafísicos, creencias religiosas, normas morales y costumbres establecidas, el filósofo experimental no sólo afronta nuevas tareas sino nuevas necesidades y requerimientos. Lugar de residencia, alimentación, maneras de distraerse; estos aspectos insignificantes mientras imperaba la garantía divina se vuelven ahora decisivos: la dietética se insinúa como disciplina central de la filosofía posmetafísica. 'Vivir peligrosamente' es la consigna que guía al filósofo experimental. Por eso Genova, cuna de aventureros y navegantes, albergará a Nietzsche, explorador de los territorios vírgenes que abre al conocimiento el declive de una tradición bimilenaria. Endeble en su desprotección, el filósofo experimental sabrá sin embargo procurarse antídotos adecuados; estilo y temples de ánimo elevados lo mantendrán en su camino. Muerto Dios sólo cabe experimentar. Ensayo