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Hace mucho tiempo que nuestra civilización perdió el eje respecto a la naturaleza de los seres humanos. Hemos sido creados para vincularnos espontáneamente con nuestro entorno, con el respeto y el equilibrio suficientes para vivir en armonía. Sin embargo hoy estamos perdidos. Generamos violencia, maltrato, guerras, enfermedades y malestar. La buena noticia es que los cambios para crear un contexto amoroso y solidario, dependen de cada uno de nosotros: mujeres y hombres adultos. Concretamente ¿qué podemos hacer? Para mí, los niños siempre hemos sido la guía más confiable. Se trata de reanudar el camino original, precisamos volver a la fuente. A la raíz. Y las raíces de los seres humanos, somos los niños. Los niños reales que hacen parte de nuestro entorno, tanto como los niños que nosotros hemos sido o los niños que nacerán en cualquier momento. Antes, ahora o más tarde, es igual. Los niños nacemos en eje con nosotros mismos. Llegamos a la vida terrestre sin lenguaje, sin cultura, sin mandatos, sin juicios de valor, sin moral, sin miedo. Solo pretendemos desarrollar nuestro sí mismo en armonía. Una civilización respetuosa, amorosa, solidaria y beneficiosa para todos, debería ser niñocéntrica. Es decir, organizada según las necesidades de los más pequeños. Adaptada a los más pequeños. Fácil y dichosa para los más pequeños. ¿Cómo haríamos algo así? Es relativamente sencillo. En todas las áreas, deberíamos estar al servicio de los niños y no al revés. Deberíamos adaptarnos a todo aquello que el niño manifiesta o reclama.

  • AUTOAYUDA
  • 240
  • 290
  • Rústica
  • 2018
  • Castellano
  • 9789500761642

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